martes, 30 de octubre de 2012

EVENTO


Ignoro la causa de lo sucedido, solo recuerdo esa mañana de nostalgia frente al espejo, con el propósito de recordar cuando la conocí.
Fue entonces que me ví reflejado en aquel momento al llegar a casa, tan feliz, tan lejano a lo que soy.
La verdadera felicidad es inocente, ignora que pronto morirá. Inocencia criminal..
Supuse una coincidencia, a lo sumo la materialización de un deseo, algo espontáneo.
La sorpresa recayó la segunda vez que rememoré un suceso.
Esa vez acentué mi relación con los misterios de la mente. Mediante el estímulo es posible encarnar una ilusión.
La tercera fue concluyente: vi a mi padre enseñándome a afeitar. Yo mismo frente a mis once años.
Resulta que el misterio se me hizo rutina.
Más extraño fue cuando el espejo, de tanto ejercer memoria, adquirió conciencia.
En varias ocasiones él cuestionó conductas y desiciones, hasta acusar de oportunista.
Frente a lo incomprensible lo único viable es atribuirle tales conductas a los juegos de la mente.
Algún alter ego desterrado, un otro yo converso.
Sería fácil descansar en la psicología, culparla, pero alguien como yo mide todo con la espada de la supervivencia, donde los sentidos deben actuar milimétricamente sintonizados, no existe vacilación..
La mente es un laberinto que debe permanecer cerrado, no hace falta liberar otras Pandoras.
Vuelvo al espejismo: la respuesta menos dolorosa convence primero.
La razón siempre busca atajos, agujeros gusano, aquella utopía de viajar sin mover.
Sencillamente todo esto no existía, efluvio tardío de mi psicodelia.
Sin embargo los efectos sucedían cada vez al memorar, con el agregado que, lentamente el espejo me succionaba a su propia realidad. Logró alimentarse con recuerdos, bebió mis sensaciones
Se hizo conciencia, luego me expulsó de su necesidad.
A esa altura el espejo era un ente que me había apropiado. Ya no pude reflejarme en él. Jamás despertaría como antes.
Ahora mis ojos cuelgan en un baño, inmóviles, sin parpadear, esperando que alguien decida mirarlos.

VÍCTOR CLEMENTI
Publicado en el blog La Cocuzza

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